domingo, 12 de abril de 2009

mi primer gol


Once y veintisiete de la mañana. Todo el mundo espera ansioso en sus pupitres, miran de reojo el reloj, parece que lo animan para que las agujas corran más rápido. El bocadillo aguarda en la cartera bajo la atenta tutela de las manos de sus dueños. El profesor apura las últimas explicaciones mientras hace un supino esfuerzo por mantener los alumnos en sus sitios. De repente la sirena suena, desatando el caos, los niños corren enloquecidos en manada hacia la puerta de salida. Son las once y media de la mañana y el recreo acaba de empezar.
Pues si, esto pasaba todos los días justo a la salida del recreo. Mientras gozaba de mi suculento Bollycao los más populares de la clase jugaban a Piedra, papel o tijera, el objetivo era elegir en primer lugar los jugadores para el partido de fútbol (si es que se le podía llamar así a aquello) que jugabamos toda la clase.
Había cuatro tipos de jugadores: estaban los buenos, que normalmente solían ser los más populares de la clase. Después venían los normalillos, que por lo menos no hacían el ridículo cuando le daban a la pelota. En el siguiente escalafón estaban los malos, que solían ser los últimos en ser elegidos. Y luego, en lo más bajo, estaba yo. Acostumbraban a dejarme jugar de portero, era lo único que medio hacía bien. Era normal, nadie quería arriesgarse a dejarme jugar delante.
Pero un día la solidaridad se apoderó de uno de los más populares y me dejó jugar adelante. No me lo creía, no cabía en mí, podría jugar de delantero y demostrar por fin todo mi potencial. Al principio no hacía más que dar vueltas de un lado a otro, de arriba a bajo, siempre detrás del balón, pero siempre llegaba tarde. Los goles iban subiendo al marcador y el recreo estaba llegando a su fin, y yo seguía sin oler la pelota, así que tomé una decisión. Me quedé pegado a la portería contraria, seguro que así pillaba alguna.
La pelota estaba caprichosa y no se acercaba si quiera un poquito. Ya me había dado por vencido y me distraje por un momento del partido, pero justo en ese momento oigo a todo el mundo gritar, cuando alzo la cabeza me encuentro con un obús de forma esférica que se dirige a toda velocidad hacia mi cara. Ovbiamente no reaccioné a tiempo y el baloncito impactó de lleno en toda mi cara, como consecuencia terminé en el suelo medio atontado con un dolor de narices y los cristales de las gafas hechos mil añicos. Pero cual fue mi sorpresa cuando aún en el suelo escucho gritar a la gente "¡¡¡GOOOOOL !!!". Si, tras golpearme la pelota se introdujo de rebote en el interior de la portería, el recreo estaba a punto de terminar y había marcado el gol de la victoria. En ese momento poco me importaban el dolor y las gafas rotas (a mi madre eso le importó un poco más), había marcado por fin un gol, habíamos ganado el partido, y lo que era más importante, por un día me sentí popular.

1 comentario:

Amapola Psicovisceral dijo...

que triste suena eso de por un día me sentí popular..tú ya ERES popular. y quien te conoce te quiere, que e saún más importante.
Asíq eu, ala mierda el fútbol.
ea.

besooos!